HISTORIA DE UN EMPLEADO BS
(carta recibida de un empleado del Banco Sabadell)
Ya hace años que entré a trabajar en el Banco Sabadell. Aquello era bastante diferente de lo que ahora es esta empresa. El sentimiento de trabajar para aquel Banco Sabadell era de orgullo y causaba admiración en el entorno de los allegados.
Yo estaba contento porque pensaba que era un trabajo con un buen horario que me permitiría compatibilizar el trabajo con la familia y mis intereses por otros temas. Con los años ha resultado que de aquel horario queda poco porque me dijeron que si quería mejorar tendría que poner más tiempo. Dije que sí y primero empecé a descuidar mis intereses personales y al final incluso a la familia. I no dije nada de lo que pensaba.
Aquel banco que me ayudaba a pagar las gafas que necesitaba a fuerza de puntear listados y que incluso, si requería otro tipo de intervenciones médicas, también me daba soporte económico. Ay! Aquello se acabó. Me lo quitaron. Pero yo, agradecido por los favores ya recibidos, no dije nada de lo que pensaba.
Llegaron los ordenadores y pensé que sería una ayuda para mejorar el rendimiento y tal vez podría dedicar un poco más de tiempo a la familia. Sin embargo, en vez de eso, cada vez tengo que estar más pendiente de mil y una historias que el ordenador me comunica: normas que he de cumplir, circulares que he de leer, correos que no paran de llegar, formularios que he de cumplimentar. Uf! Un sinfín de tareas. Y de aquel tiempo que pensaba recuperar, nada de nada. Pero no dije nada de lo que pensaba.
Más recientemente, han empezado a quitarme salario de la nómina. Por lo que se ve ya no tengo derecho a que el tiempo que he dedicado a esta casa me lo retribuyan y aquella pequeña alegría que tenía cuando caía un trienio me la quitan de otros conceptos que dicen que son voluntarios. Adiós a la antigüedad! Y no he dicho nada.
Dicen que me premian el esfuerzo que he dedicado al Banco y a su crecimiento con los bancos que han ido incorporando al Grupo. Pero en realidad, me lo acaban quitando de esos conceptos voluntarios, de esta nómina que ni siquiera entiendo muy bien. A pesar de todo, no digo nada. Callo.
Un día, me puse a pensar sobre mi silencio. ¿Porqué no digo nada? ¿Porqué callo? ¿Puede ser que tenga miedo a levantar la voz por lo que me puedan hacer? Pero, ¿es que no me han hecho ya bastante?
He decidido que a partir de ahora no me voy a callar, voy a reclamar y a protestar cada vez que me agredan. No vaya a ser que un día me encuentre con que también me han quitado mi voz.
Sabadell, agosto de 2006