Diecisiete años en el supermercado DIA de Los Corrales de Buelna y ya en un segundo periodo como delegada sindical. “Los años te dan como un subidón”, cuenta Sheila con una sonrisa de oreja a oreja para, después, confesar, sí, que ha sentido como “se les da por los cuatro costados a los sindicalistas”. “Los amigos que son autónomos, la gente… Te ves sola a veces y te preguntas ‘¿lo hemos hecho tan mal?’: pues no, estamos ayudando a la gente. Los que estamos abajo nos partimos los cuernos y me parece injusto meter en el mismo saco a todos”.
La herencia, el espíritu de lucha que transmite Sheila le viene de casta. Su padre, José, ahora de 76 años, trabajó en el sector de la madera y en Álvarez, donde siempre defendió los derechos de los trabajadores como miembro de CCOO. Ahora, dicen las hermanas de Sheila, esta delegada sindical es “el orgullo de papá”. “Pero me falta mucho, quiero formarme , aprender lo que me perdí”. Tras terminar la enseñanza obligatoria –“y ser nini un año”, Sheila Ruiz entró a trabajar en el supermercado y “los estudios pasaron a un segundo plano”. Después llegó la familia y dos hijos, de 6 años y de ¡10 meses!. “Si parí a mi bebé con más de cuatro kilos puedo con todo”. Y la sensación que transmite es esa: de poder con todo. Incluso con los retos más difíciles y más humanos: “Quiero crecer como persona, mi vida ha sido sólo trabajo y quiero volar, aunque todavía me faltan alas”.
Ahora, desde que fue elegida por segunda vez como delegada sindical de CCOO, confiesa que tiene mucha más energía que en el primer periodo que asumió esa responsabilidad. “Después de la primera etapa me di un descanso y ahora quiero hacer muchas cosas y aportar lo máximo posible”. Y, mientras, sembrar en sus hijos ese espíritu que viene de familia. “Hay que inculcarle a los más pequeños el espíritu de lucha, los valores… creo que si logramos que desarrollen empatía, responsabilidad, educación y solidaridad con los suyos, entonces las luchas del futuro estarán garantizadas”.
La gestualidad de Sheila traza la cartografía de la determinación y su risa se hace sonrisa cuando habla de su padre. “El otro día estaba escuchando música con los cascos y cuando vi qué era lo que oía me di cuenta que se trataba de La Internacional. ¡Fíjate! Con sus años y sigue intacto su compromiso”. Hay una especie de genética del compromiso de clase que parece irreductible.