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Estudio publicado por el BCE acusa que agencias clasificadoras favorecen a sus mejores clientes.

CAJA3. BCE-AGENCIAS CLASIFICADORAS.

Un documento de trabajo de la entidad sostiene que las calificaciones de Moody’s, S&P y Fitch no son creíbles y que son mejores para las compañías que les solicitan más servicios.


Este artículo se publicó originalmente en ibercajabanco (CCOO en iberCaja Banco) ,


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Las agencias clasificadoras de riesgo son “oligopolios con fallas muy visibles de funcionamiento” y, en consecuencia, sus servicios ya no serán requeridos en Argentina, informó esta semana la Casa Rosada. Con esa disposición, el gobierno transandino se convirtió en el que más duro les ha pegado a empresas como Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch, que no previeron la crisis de 2008 ni la insolvencia de Grecia o España, pese a que ese es su objetivo.

El ánimo del gobierno de EEUU no difiere mucho y uno de los objetivos de su reforma financiera es hacerlas legalmente responsables por sus ratings. Y, mientras en Argentina desde ahora no será necesario tener una clasificación para que una empresa emita un bono, lo que las hiere financieramente, el Banco Central Europeo (BCE) acaba de publicar un documento de trabajo bastante lapidario: concluye que las calificaciones de estas firmas no son creíbles y que favorecen con mayores ratings a sus mejores clientes. Aunque el BCE distribuye el paper, éste no expresa el parecer oficial de la entidad.

Según un análisis de casi 39.000 notas de crédito puestas cada trimestre por Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch a bancos de Estados Unidos y la Unión Europea (UE), entre 1990 y 2011, las mejores clasificaciones correspondieron a los bancos más grandes y a los que eran buen negocio. Es decir, aquellos que les solicitaban más servicios, incluyendo la evaluación de deudas securitizadas.

Este último punto es relevante, pues fue el mercado de obligaciones securitizadas el que hizo estallar la crisis financiera global en 2008. Se ha acusado a las agencias clasificadoras de que otorgaban ratings “inflados” a tal tipo de activos, lo cual contribuyó a esconder las debilidades de ese mercado.

El estudio concluye también que la calidad de “grado de inversión” de un banco no dice mucho respecto de su probabilidad de cese de pagos.

Hallazgos

El paper “Clasificaciones bancarias: qué determina su calidad”, pertenece a los economistas David Márques-Ibáñez, del BCE; Harald Hau, de la Universidad de Ginebra, y Sam Langfield, de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido.

Con el foco puesto en la calidad de las clasificaciones, uno de los hallazgos del estudio es que “en tiempos normales, los ratings crediticios a la banca proveen información sobre la probabilidad futura de default para sólo el 25% de los bancos peor ranqueados, con notas de BBB+ y menos”.

Esto lo deduce a partir de la comparación de dos rankings: uno con los bancos ordenados según su clasificación de riesgo en determinado período de tiempo y otro con su ubicación en un listado más real de frecuencias esperadas de default, dos años después, calculadas por la agencia Moody’s.

El estudio agrega que en relación a las instituciones con “grado de inversión”, no es posible obtener información sobre probabilidad de defaults.

“Nuestros resultados sugieren que es tan factible que un banco con clasificación A- se vea en problemas financieros, como una institución AAA”, dice.

Una fracción relevante de esta falla en proveer información útil es consecuencia de los sesgos que exhibe esta industria, que tienen base en conflictos de intereses.

“Existen conflictos de intereses entre los bancos y las agencias clasificadoras que parecen alterar el proceso de la calificación”, parte diciendo el trabajo.

Dicha alteración ocurre a través de dos vías principales: el tamaño del banco, que causa sesgos hacia mejorar su clasificación, y la intensidad con que el emisor le encarga ratings a la agencia, es decir, más contratos para ésta.

“La precisión de los ratings de la banca disminuye con el tamaño del banco: los bancos más grandes muestran clasificaciones que tienden al alza”, agregan los autores.

Este sesgo “es económicamente significativo”, agregan: el banco favorecido puede llegar a gozar de un costos de financiamiento más barato en casi medio punto porcentual (40 puntos base).

Los autores continúan: “Usando estadísticas adicionales sobre el negocio de los bancos de la securitización en base a los ratings de las agencias, hallamos que éstas les otorgan sistemáticamente mejores clasificaciones a los bancos que les proporcionan una gran cantidad de negocios, en la forma de clasificar títulos colateralizados con activos”.

Este conflicto de interés puede resultar clave a la hora de entender el origen de la crisis financiera. La crisis subprime se desencadenó a partir de valores que estaban avalados con distintos tipos de hipotecas, tanto de deudores seguros como de deudores que resultaron ser insolventes. Este último era el subprime. Dado que las agencias clasificadoras evaluaron bien ese tramo de deudas hipotecarias, el mercado no sospechó de su calidad hasta que fue muy tarde.

Para llegar a esa conclusión se analizaron 1.189 emisores de títulos avalados con hipotecas entre 1990 y 2012, por un valor de US$ 6.000 millones.

El panorama que delinea el estudio tiene dos grandes consecuencias.

Una es que “estas distorsiones competitivas son económicamente significativas y contribuyen a perpetuar la existencia de bancos ‘demasiado grandes para caer’”, comentan los autores.

Un aspecto adicional deriva de la futilidad de las clasificaciones para prever probabilidades de default. “La fuerte discriminación de riesgo crediticio dentro de la categoría de ‘grado de inversión’, como mantienen los acuerdos de Basilea II y III, no puede ser reconciliada con la evidencia de nuestro trabajo sobre probabilidades de default en la banca”, dicen.

“Tomados a valor par, nuestros resultados sugieren que todos los bancos con ‘grado de inversión’ y ratings sobre A- merecen la misma ponderación de riesgo”.

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