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Tensiones en la tercera espiga de la fusión

Análisis de las cajas de ahorro

El lamentable e inacabado espectáculo de reparto del poder entre Salamanca y León ha ocultado por momentos los verdaderos objetivos y necesidades de la fusión entre Caja España y Caja Duero. P


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El lamentable e inacabado espectáculo de reparto del poder entre Salamanca y León ha ocultado por momentos los verdaderos objetivos y necesidades de la fusión entre Caja España y Caja Duero. Pese a este reparto de cromos, el primer desafío del proceso a dos ha sido positivo: el proceso avanza. Ese cambio de cromos ha dejado en segundo lugar el plan de futuro de la nueva entidad. El sometimiento a grupos de presión locales y a intereses personales, ajenos a una cultura democrática y a una eficiencia empresarial, ha aplazado decisiones como la identidad del presidente y del ejecutivo de la 'supercaja'.

Conviene armarse de paciencia y afinar la lupa para interpretar y decodificar los siguientes capítulos de tensiones locales, profesionales, sindicales y –también- políticas que emergen a veces disfrazadas de sus verdaderos objetivos. Comencemos por el objetivo y el proyecto. Empleo, apuesta inversora con el ahorro en las nueve provincias de la Comunidad, garantías a los impositores y mantenimiento del carácter social son las prioridades de este ejercicio de fusión para ganar tamaño. No debería haber otras, y sin embargo las hay.

Bautizado como Espiga III, el Plan de Negocio elaborado por KPMG sufrirá variaciones en cifras y plazos. El documento está siendo revisado por el Banco de España, lo que alterará previsiones y pretensiones, y siempre quedará la duda de si lo aprobará Bruselas, aunque la consultora se mueve con rapidez con el despacho de Garrigues en esta ciudad para recibir las ayudas del FROB. La fusión ya no se consumará en junio; las asambleas y consejos se demorarán más de un mes; más tiempo para alimentar tensiones.

Si 'Espiga III' sale adelante en su última versión, cerrarán 253 oficinas y perderán su empleo 846 empleados como máximo. El 57% de estas sucursales corresponderán a las zonas de expansión –todas menos Castilla y León, Extremadura y Madrid-, y el resto a estas tres comunidades. Dos de cada tres (170) serán urbanas y el 33% (83), rurales. Desaparecerán 137 de Caja España y 116 de Caja Duero.

Las previsiones de negocio hasta 2015 parecen optimistas, difícilmente compatibles con las proyecciones de escaso aumento de créditos y depósitos, y con las tensiones de liquidez que prevén los expertos. La 'supercaja' contempla ganar 499 millones de euros en 2015, nueve veces más que en 2010. Este resultado responde a una sustancial mejora en la eficiencia (del 75,4% de 2010 al 46,8% en 2015), a un avance en la rentabilidad de los recursos propios (ROE del 2,2% al 12,7%) y a una solvencia mejor (Tier I del 9,4% al 10%).

Estos resultados serán posibles por la venta de participadas financieras, no financieras e inmuebles; no solo por el propio negocio bancario. KPGM desvela en el plan de negocio que la caja fusionada dispondrá de 356 millones en plusvalías en participaciones financieras, 50 millones en participadas no estratégicas a valor de mercado y 1.600 millones en inmuebles dispuestos a la venta.

Es evidente que la mejora de la solvencia facilitará liquidez a la 'supercaja', y la rentabilidad pasará por la venta de activos. No obstante, los datos ponen de manifiesto que este proyecto a dos será insuficiente para mantener la rentabilidad de las entidades por las cuatro razones que cita KPGM: condiciones cada vez más difíciles de acceso a la financiación en solitario, menor dinamismo de la actividad crediticia, considerable aumento de la morosidad y revisión de los mecanismos de regulación y supervisión. Por eso, habrá nuevas alianzas y acumular fuerza regional se convierte en un objetivo lógico para esa estrategia. Cobra fuerza, pues, la necesidad de que Caja Ávila, Caja Segovia y Cajacírculo se unan a este proyecto autonómico, y Caja de Burgos reflexione sobre esta oportunidad y sobre las serias dificultades de su proyecto con el veto de la Junta.

Los que sostienen aún que cualquiera de las seis cajas puede seguir en solitario, ignoran la que nos viene encima. Por eso conviene poner en evidencia los intereses empresariales, sindicales y corporativos que esconden todavía algunas manifestaciones y comportamientos.

No me cabe la menor duda de la buena intención de algunos de los que hoy se manifestarán en las calles de Salamanca en contra de la fusión. Lamento que la mayoría de los promotores intelectuales que la alientan -empresarios locales agazapados en interesados anonimatos, sindicalistas que pierden privilegios y dirigentes vecinales ayunos de banderas más sociales- no hayan puesto sobre la mesa ni alternativas frente a lo que se avecina, ni los análisis más serios de los expertos. Esa será su responsabilidad si prosperan las previsiones de fuerte recorte del negocio bancario, pero deben tener en cuenta que Caja Duero no pertenece sólo a Salamanca, y sin expansión global y búsqueda de otros mercados condenan a la entidad a un futuro más incierto e incluso con menor identidad local.


Comparto con el secretario regional de UGT, Agustín Prieto, que en este proceso falta información. Comparto que a las direcciones de las cajas les falta transparencia, sobre todo en sus cuentas. Pero su sumisión y contribución a fomentar las actitudes más localistas, y a favorecer el sindicalismo del privilegio no son compatibles con la secretaría regional de una organización implantada en nueve provincias y con vocación de Comunidad.

Prieto y su lugarteniente en Caja Duero, Antonio Muñoz, están siendo presos de un estilo sindical que ha dominado en ambas cajas y que hace un flaco favor al llamado sindicalismo de clase. Dirigentes de UGT han recibido importantes compensaciones por ser fieles a ejecutivos y/o presidentes; en ambas cajas, aunque más en Duero. Basta recordar aquel 24 de septiembre de 1993 en el que el entonces líder de la UGT de la Caja de Salamanca y Soria, Rafael Sierra, abrazaba a Sebastián Battaner, tras haber conseguido para éste la Presidencia de la entidad con el apoyo del aparato (véase Vicente García). "Los favores se pagan". Un siempre agradecido Battaner compensó a Sierra con la dirección de la Obra Social y un goloso aumento salarial de un millón de las pesetas de 1993. Como Sierra, no fueron pocos los promocionados entonces; la UGT ganó poder en la caja, y la caja compró la paz social. Sirvan sólo de ejemplo los nombres de la sindicalista Rosario Paradinas, ascendida a jefa de Recursos Humanos, Miguel Antonio Gómez Modrego, elevado a jefe de la Obra Social de Soria, y Antonio Muñoz, que llegó después "por méritos propios" a director de Agroalimentación.

Con Battaner –hay medios que le sitúan hoy en la sombra de la oposición a la fusión-, hombres destacados de UGT ocuparon casi todas las direcciones territoriales. Fermoso quitó el poder sólo a algunos, como Avelino Herrero y Pedro Cabañas, que se reconvirtieron en los más duros sindicalistas contra el actual presidente, mientras otros mantenían cierto status.

En Caja España, con el socialista Ángel Villalba en la Presidencia ocurrió algo similar. Nombró al ugetista Miguel Villa director de Recursos Humanos incluso antes que al nuevo director general (Antonio Huertes), así como a afiliados a este sindicato para cargos de segundo nivel. La salida de Villalba y la entrada de Ángel Montero diluyó después el poder de la UGT, que ahora, con Miguel Ángel Álvarez en el consejo por esta central, cuenta con una más razonable representación y sobre todo con una positiva contribución al proceso. Dos estrategias opuestas para una caja fusionada, de las que Prieto ha optado por apoyar la menos vertebradora desde el punto vista regional y la de menos futuro para el conjunto de trabajadores. Será bueno que el dirigente autonómico encuentre rápidamente una salida a su gran error (?) y adecue su práctica a su discurso.

De lo sindical a lo político. Hasta ahora las tensiones políticas regionales no han aflorado. El temple y la lealtad del binomio Tomás Villanueva-Pedro Muñoz están resultando modélicos. Sin embargo, las diferencias políticas pueden llegar por dos vías: a) si se repiten actitudes innobles como la del PSOE de Villalba que incumplió el pacto no escrito para que la salida de un consejero de un partido (Sumillera-PP) fuera seguida por la entrada de otro del mismo partido, lo que desequilibró el consejo con la incorporación de la socialista Olga Palacio. b) Si Villanueva mantiene la ley de Cajas, tendrán que dimitir por caducidad en el puesto (12 años) al menos cuatro consejeros afines al PSOE en Caja España y tres en Caja Duero, lo que provocaría un desequilibrio claro.

¿Devolverá el PP al PSOE el golpe bajo en Caja España? Parece que Villanueva ha prometido a Muñoz que "no se va a ir nadie". Eso sí, las tensiones pueden reaparecer con la elección del presidente de la 'supercaja', un asunto aparcado en el reciente reparto de cromos. El ex presidente de la Junta, Juan José Lucas, suena para el puesto. El PSOE no estaría en contra, pero exigiría serias contrapartidas a cambio. El sudoku para su llegada no es fácil. Tres tipos de tensiones para un proceso de fusión que va a seguir dando que hablar y mucho. No sólo el de España-Duero. También los de Burgos, Ávila, Segovia y Círculo. Los dos presidentes, Santos Llamas, y Julio Fermoso, están obligados a ser consecuentes con la decisión de sus consejos. Son muchas las tensiones que amenazan todavía al proyecto 'Espiga III'. Y no digamos las que condicionan la fortaleza de ese fragmentado 'músculo financiero regional'.

J. Luis F. del Corral | Valladolid
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