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el MUNTANYÀ

7 de Mayo de 2010 comunicado 20/10

¿escuela de Pitbulls?


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El  lunes  12  d’abril  salían  en  La  Vanguardia  unos  artículos  bajo  el  título  genérico  de INCENTIVOS  al  BIENESTAR  LABORAL,  dónde,  una  vez  más,  explicaban  que  las empresas, ahora, premiaban a  los directivos que eran capaces de crear  “buen ambiente en el trabajo”. Toda vez que esto ya no es ninguna novedad, porque ya hace años que lo oímos, que lo leemos, que lo sabemos, la pregunta del millón es... ¿qué les enseñan en El Muntanyà a nuestros mandos intermedios? 

¿Es posible que no aprendan nada de nada? ¿Que los monitores no se vean capaces? ¿O directamente aquello que les enseñan es a ladrar y morder? ¿Puede que en realidad no  les  enseñen  sino que  los  adiestren? Porque  no  se  puede  creer que  la Dirección  no apruebe  estos métodos,  por más  que  quieran  quedar  bien  delante  de  los  directivos  y delante nuestro, cuando afirman que la presión tiene que existir, pero sin amenazas, con educación. 

Hay un personaje, que se lleva la palma, que sobresale sobre la mayoría, que descolla en su  tarea depredadora, que enseña  los dientes más y mejor que nadie, un personaje que ya dio indicios de su talante futuro el día de su presentación como sub-director, dónde explicó que él trabajaba diariamente de 8 a 10, declaración que dejó con la boca abierta a  la  concurrencia:  a  unos  porque  entendieron  que  sólo  trabajaba  un  par  de  horitas diarias –qué eficacia!, exclamaron-  y a otros porque  comprendieron que  trabajaba 14 horas  diarias  –qué  pena!,  pensaron-  y  que  es  el  ejemplo  de  como  el  cargo  puede estropear  a  la  persona.  Porque  antes  era  un  ejemplo  de  aquello  con  qué  hemos empezado este comunicado: animaba y motivaba a los trabajadores y trabajadoras a sus órdenes.

Este mal ejemplo –porque su cargo es de aquellos que deberían dar ejemplo- es el sub-director territorial Albert Olivella Mata, antes gran esperanza blanca de los trabajadores, ahora uno de los máximos perseguidores de quien quiera conciliar vida laboral y familiar. 

Los personajes que desprecian cualquier  tipo de vida  fuera de  la  laboral,  incluida  la familiar, estos individuos que parecen salido de una película en blanco y negro de hace 50 años –Atraco a  las  tres, por ejemplo- y que no parecen divertirse en ningún ámbito más allá de  las paredes de  la caja, en especial mortificando a  los que debería considerar compañeros  y compañeras, en  realidad no son nada solventes en el  trabajo, no  lo pueden  ser  porque  el  equilibrio  emocional  necesario  para  ser  un  buen  dirigente  de equipos  humanos,  más  todavía,  para  ser  un  buen  comercial,  pasa  por  mantener  una equidistancia entre  trabajo  y  ocio,  debe  tener el  eje  fundamental en  una  compensación entre deber y el haber, entre obligación y devoción, una clase de zona de descompresión, que  permita  tener  las  neuronas  siempre  preparadas,  siempre  a  punto  y  despiertas, higiénicamente esterilizadas. 

Por  todo  ello  este  personaje  no  merece  ninguna  credibilidad,  y  no  la  tiene.  Sus métodos, no ya expeditivos sino retrógrados, por eso mismo ridículos, no merecen ningún respeto,  como  los  trabajadores  no  le merecemos ningún  respeto  a  él.  La pregunta  que suele hacer a  los desventurados que  tienen  la ocurrencia de asistir a sus reuniones <¿A qué hora convocas las reuniones del proyecto ON?> no merece respuesta porque  se debe  considerar  un  exabrupto.  Y  la  provocación  que  nos  hace  a  los  sindicatos  sí  que merece una respuesta: la denuncia. Quizás incluso una procesión de pancartas y pitos. 
 
Y  volvemos  a  invocar  a  la  rebelión  cívica,  a  la  deserción  de  las  reuniones  de  este individuo. No permitamos que  nos  empuje  a defraudar  a nuestra  familia. Que  él  lo haga  tiene un precio, que sólo él debe pagar, a cambio, suponemos, de  retribuciones e incentivos jugosos. Y quizás de un cargo –todavía- más alto para un futuro próximo. 
 
¿Qué pasaría si, de repente,  la Dirección se encontrara con 40 o 50 dimisiones encima de su mesa? 

¿Qué  pasaría  si,  de  sopetón,  la  gente  que  ahora  asiste  impávida  –aun  cuando  la procesión vaya por dentro- se levantara, se despidiera educadamente y se largara?

¿Qué pasaría si no nos dejáramos hundir en la miseria emocional, en la desesperación vital, en la depresión? 

¿Qué pasaría si no nos dejáramos pisar – ya más- nuestra dignidad?
 
CCOO no tolerará este tipo de actitudes.

 

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