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Dos años de silencios, cuentas y repartos
La integración de las dos entidades nació del rechazo de las seis existentes a formar una SIP que esperaba llamarse Grupo Cajas Castilla y León
La crisis comenzó un año antes, en el verano del 2007 en Estados Unidos. Los efectos de aquellos activos 'tóxicos' preocupaban un año después a los responsables políticos, que reunieron en noviembre del 2008 a los seis directores generales y a los seis presidentes de la cajas de Castilla y León, Caja España, Caja Duero, Caja de Burgos, Caja Segovia, Caja de Ávila y CajaCírculo para convencerles de la conveniencia de formar un grupo conjunto. Una agrupación denominada Sistema Integral de Protección y Solvencia (SIP) que, al estilo de Rabobank, en los Países Bajos, o Credit Agricole, en Francia, agrupa entidades que mantienen sus propias características en el área geográfica de implantación, pero que en realidad son una única caja, un único banco, en los mercados nacionales e internacionales. Era el primer SIP y lo presentaron a los asistentes dos responsables del Banco de España, que veía con buenos ojos la propuesta de que las pequeñas cajas empezaran a pensar en crecer, pero juntas.
Hasta diciembre de ese año siguieron las reuniones, sobre todo en Madrid hasta que primero Caja Círculo y luego Caja de Burgos anunciaron que no les interesaba la iniciativa. Comenzó una desbandada que, sin punto concreto, ha terminado en tres áreas geográficas y financieras, cuatro con la que corresponde a CajaCírculo, que sigue por libre.
La crisis comenzó un año antes, en el verano del 2007 en Estados Unidos. Los efectos de aquellos activos 'tóxicos' preocupaban un año después a los responsables políticos, que reunieron en noviembre del 2008 a los seis directores generales y a los seis presidentes de la cajas de Castilla y León, Caja España, Caja Duero, Caja de Burgos, Caja Segovia, Caja de Ávila y CajaCírculo para convencerles de la conveniencia de formar un grupo conjunto. Una agrupación denominada Sistema Integral de Protección y Solvencia (SIP) que, al estilo de Rabobank, en los Países Bajos, o Credit Agricole, en Francia, agrupa entidades que mantienen sus propias características en el área geográfica de implantación, pero que en realidad son una única caja, un único banco, en los mercados nacionales e internacionales. Era el primer SIP y lo presentaron a los asistentes dos responsables del Banco de España, que veía con buenos ojos la propuesta de que las pequeñas cajas empezaran a pensar en crecer, pero juntas.
Hasta diciembre de ese año siguieron las reuniones, sobre todo en Madrid hasta que primero Caja Círculo y luego Caja de Burgos anunciaron que no les interesaba la iniciativa. Comenzó una desbandada que, sin punto concreto, ha terminado en tres áreas geográficas y financieras, cuatro con la que corresponde a CajaCírculo, que sigue por libre.
Caja España y Caja Duero acordaron no obstante en sus consejos de administración autorizar a sus presidentes y directores generales para que «iniciaran contactos» a ver qué pasaba. Y pasó que sólo ellos dos respondieron a la invitación para bailar. Lo hizo Caja de Burgos, prácticamente obligada, pero se desvinculó definitivamente en el verano para incorporarse a la iniciativa de Banca Cívica a las pocas horas del 'no' a las dos grandes.
Desde septiembre pasado, Caja España y Caja Duero han preparado una fusión no exenta de dificultades. Primero, por las reticencias en las dos provincias donde se asientan sendas sedes. En Salamanca hubo incluso manifestaciones en contra, mientras el consejo votaba el protocolo inicial para la fusión. Tras meses de negociaciones, sobre todo en la localidad vallisoletana de Tordesillas, se alcanzó a comienzos de este año un acuerdo sobre el reparto de poder entre ambas partes. En Salamanca permanecería la dirección general, a cargo de Lucas Hernández, y en León, la presidencia. Una caja, dos sedes. En marzo, los consejos de administración dieron el 'sí' definitivo y, desde ese momento se comenzó a preparar las asambleas que tendrán lugar el sábado próximo.
Temores de nuevo
Ahora, lo ocurrido en Ávila y Segovia, con su decisión de incorporarse a Caja Madrid a despecho de la Junta, pesa sobre la convocatoria. Los estatutos señalan que la asamblea en Salamanca debe aprobar la fusión al menos por dos tercios de los asistentes. El temor ha nacido ante la posible oposición de quienes durante meses han mostrado su rechazo a la pérdida de la entidad. Con 41 votos lo lograrían, con menos si el quórum es inferior porque no acudieran los 120 consejeros generales con voto en este cónclave. El sindicato Unión General de Trabajadores en esta caja anunció el voto en contra, aunque en los últimos días ha bajado el tono de su crítica a una fusión que sólo censuran por ser la única representación de los trabajadores que no ha firmado el pacto laboral para la unión de las dos plantillas. Pero el temor se mantiene ante el posible contagio del efecto abulense o segoviano.
En Caja España los estatutos exigen que la fusión la voten a favor cuatro quintas partes de la asamblea general, compuesta por 160 consejeros. La minoría capaz de bloquear la iniciativa es en esta entidad más pequeña que en la asamblea de su socia. 33 votos contrarios darían al traste con dos años de trabajo, de negociaciones y de repartos en los que las dos partes han hecho cesiones y han anotado ventajas. En el Gobierno autonómico del Partido Popular y en la oposición socialista se teme la posibilidad de un rechazo. Ya ocurrió en Vitoria, cuando la asamblea de Caja Vital se mostró contraria a la fusión con el resto de cajas vascas. Por eso, la asamblea se ha preparado grupo a grupo, con todos los consejeros. Falta saber si el voto será secreto, la última incertidumbre.
El Norte de Castilla