Hace treinta y tantos años, cuando empecé a trabajar en la extinta Caja de la que procedo su Presidente me dijo: niña, mírala como si fuera tuya.
Nunca he olvidado aquella recomendación y así cuando un cliente confía en mí y me dice que ponga su dinero como si fuera mío, siento que humildemente mi trabajo contribuye a hacer grande esta empresa.
Tampoco he olvidado que cuando se creó Unicaja, me dijeron que tenía que apretarme el cinturón para apoyar el proyecto de una gran caja. Así lo vengo haciendo desde hace décadas. Y aunque muchas veces me cabreaba viendo cómo los compañeros de otras cajas tenían mejores salarios o beneficios sociales, me conformaba pensando que prefería trabajar en una empresa prudente y sólida aunque me pagara peor que en otra más agresiva, que pagara mejor pero que por su mala gestión mañana no pudiera pagarme.
Estoy convencida que una empresa grande, no puede hacerse sin la contribución de empleados grandes. Por eso, cuando veo como exhibe orgulloso la buena salud de Unicaja, yo me pregunto ¿si estamos tan bien por qué me tienen que rebajar el sueldo? ¿No he aportado yo mi granito de arena? No puedo entender que un buen desempeño se pague igual que uno malo o por qué si llevamos años siendo comedidos en los gastos ahora van a ser tanto o más exigentes en los recortes que el resto de entidades que lo han hecho peor.
Tampoco entiendo que me digan que me dan dos años de garantía en mi puesto de trabajo si renuncio a parte del salario. ¿Dos años solamente? Yo creía que, lo que durante años he dejado de cobrar, en relación al resto de la competencia, y que engordaba las reservas de mi Caja, me aportaba un plus de seguridad en el empleo. Parece que no.
Porque si al final, mi empleo corre el mismo riesgo que el del trabajador de esa otra Caja que durante años ha estado mejor pagado que yo ¿De qué nos ha servido entonces a los trabajadores de Unicaja ser tan hormiguitas si al final nos van a tratar igual o peor que a los de otras Entidades? Visto lo visto, hubiera preferido ser cigarra durante todos estos años.
Mi perplejidad se torna en indignación cuando pienso en los años que llevo luchando por esta empresa, en la de días que he perdido de ver crecer a mis hijos por echar horas extraordinarias sin remunerar, en la de sofocones que me he llevado para captar clientes o evitar que se perdieran. ¿Este es el pago que recibo después de años de esfuerzo? No es el que le están dando a mis compañeros de otras Cajas.
Por eso, a pesar del cariño que le tengo a mi empresa y aunque nunca he participado en ninguna manifestación, hoy Sr. Presidente me voy a plantar frente a la Casa Blanca para expresar mi indignación, mi frustración, mi decepción con una empresa que yo creía que apreciaba a sus trabajadores.
El lunes volveré a mi oficina para seguir peleando por mi Caja, como si fuera mía. Porque si los miles de trabajadores que como yo, nos batimos el cobre cada día en la calle, dejamos de hacerlo, la empresa de la que usted exhibe con orgullo sus ratios y cifras, dejará de ser una gran empresa. Y nos irá mal a todos. A usted también, aunque seguro que menos que a mí.
Sr. Presidente, así como no es justo que no se le reconozca su buena labor al frente de Unicaja, tampoco lo es que mi dedicación, aunque sea como simple empleada de oficina de barrio, se pague con estos recortes o con la incertidumbre laboral, la presión y la falta de consideración que estamos padeciendo y que honestamente creo que no merecemos.
A la espera de que me comprenda, reciba un saludo.