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La muerte no toma vacaciones
SINIESTRALIDAD LABORAL
Un solo muerto debería ser demasiado. Cien muertos son la expresión de la desidia de quienes sostienen que si la economía crece, si el motor de la construcción funciona, si se sigue creando empleo aunque sea precario, España va bien y Madrid excelente. Javier López
El mes de agosto ya no es lo que era. Se acabaron esos años en
los que la ciudad cerraba por vacaciones y las calles estaban
vacías. Quienes quedábamos en Madrid nos
comportábamos como espectros en la ciudad fantasma.
Hoy las vacaciones se parten, se reparten y hasta se comparten en
sucesivos contratos temporales. Se difuminan. Desaparecen en la
precariedad laboral.
Madrid se queda menos vacío. Las calles de nuestra ciudad tienen
menos coches, menos transeúntes, pero agosto ya no es lo que
era. No cierran los comercios. Se aceleran las obras. Los atascos
aparecen donde menos te lo esperas. Hasta la muerte, que era más
benigna y clemente por estas fechas y que parece estar perdiendo
clientes en las carreteras, ha buscado refugio en los golpes de calor y
es invitada oportunista de empresarios desaprensivos que trabajan como
subcontratistas de la contrata de otra subcontrata encadenada hasta el
infinito. Subcontratas donde trabajan inmigrantes, jóvenes,
jóvenes inmigrantes, a menudo sin contrato y sin seguridad
alguna.
Impunes empresarios desaprensivos que invitan a la muerte a pasear por
las obras, cuando quienes deberían impedir tales desmanes bajan
la guardia por vacaciones. Empresarios desaprensivos que no cumplen la
Ley porque saben que nadie se lo exigirá y que en estos
días de operación salida en los que el carné por
puntos parece ahorrar muertos al volante, han permitido que cuatro
trabajadores mueran en accidentes laborales.
No han muerto en obras menores, chapuzas, ñapas, reformas
interiores. Eran obras visibles, grandes. En un hospital, en la M-30,
en un gran centro comercial de Getafe. Todos eran jóvenes. Tres
de los cuatro, inmigrantes. Obras contratadas por grandes empresas con
permisos y licencias públicos, con planes de obra y planes de
seguridad.
Cuatro muertes en los últimos días. Cien muertes en
accidentes laborales en lo que va de año. Aun hay quien pide
prudencia en las declaraciones y en las denuncias públicas de
una situación insostenible e injustificable.
Un solo muerto debería ser demasiado. Cien muertos son la
expresión de la desidia de quienes sostienen que si la
economía crece, si el motor de la construcción funciona,
si se sigue creando empleo aunque sea precario, España va bien y
Madrid excelente.
Ahí quedan las declaraciones del teniente fiscal del Tribunal
Superior de Justicia de Madrid según las cuales más de la
mitad de los accidentes laborales con resultado de muerte quedan sin
investigar porque los jueces no reciben la noticia. Entre otras cosas
porque sólo en raras ocasiones la policía levanta
atestado de una muerte por accidente laboral. Si esto ocurre con las
muertes qué no ocurrirá con los más de 85.000
accidentes laborales sin resultado de muerte ocurridos en los seis
primeros meses del año en Madrid. Imaginemos un atropello con
coche sin investigación policial ni judicial. Esto es lo que el
fiscal afirma que ocurre cada día en los centros de trabajo
madrileños. Delitos que quedan impunes y delincuentes que quedan
en la calle.
Parece que en septiembre inspectores de trabajo, jueces, fiscales,
Comunidad y Ayuntamiento de Madrid firmarán por fin ese convenio
que venimos reclamando para actuar conjuntamente en los delitos contra
la salud laboral en Madrid. Pero firmar un convenio no basta.
Necesitamos más policías especializados, fiscales
especiales, más inspectores de trabajo, más
técnicos de prevención y mayor contundencia en las penas
impuestas. Más responsabilidad en definitiva de las
administraciones públicas. Es lamentable que a estas alturas
aparezca como novedosa la sentencia de un juzgado madrileño que
impone la pena de tres meses de prisión por delito de riesgo al
encargado de obra y dos representantes legales de una empresa.
Lamentable cuando hay trabajadores condenados a más de dos
años de cárcel por su participación en la
última huelga general del 20-J, donde hubo "urdacis" y
"ansuateguis", pero no muertes ni daños personales. Tan
sólo por defender una causa justa. Que nadie pida prudencia
porque si dolorosa es siempre la muerte por causas naturales en
intolerable se convierte cuando son seres humanos los que la invitan,
la toleran y hasta la propician.
Hace dos años en el 8º Congreso de CC.OO. Madrid se
celebraba bajo el lema "Seguros en el trabajo, iguales en la sociedad".
Que nadie pida tolerancia ante la inseguridad o las desigualdades
porque ante ellas, como ante las amenazas a las libertades o a la paz,
los trabajadores seremos siempre intransigentes.
Javier López, secretario general de CC.OO. de Madrid
Madrid Sindical