El 25 de noviembre fue la fecha elegida para reivindicar y reconocer a nivel mundial la violencia de género.
La comunidad internacional no había tomado medidas hasta diciembre de 1993, fecha en que la Asamblea General de Naciones Unidas reconoció y aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Los gobiernos lo consideraban un asunto de ámbito privado y no como un problema social, producto de una sociedad patriarcal que responde a patrones sociales y culturales profundamente arraigados en la sociedad y que no distingue de niveles económicos, culturales o educativos.
La mayoría de las situaciones de discriminación y abuso se deben exclusivamente a su condición de mujer.
Las violencias pueden conllevar lesiones físicas, lesiones psicológicas, homicidio, violación, abuso y acoso sexual, trata, prostitución, secuestro, tortura, mutilaciones a las que son sometidas millones de niñas y las diversas formas de discriminación; es decir, exclusión o limitación por razón de género .
Desde 1993, año en que se celebró la Conferencia Mundial de Viena, los países reconocieron que los derechos de las mujeres son parte indivisible e inalienable de los derechos humanos universales, sin embargo, la violencia contra las mujeres sigue siendo una lacra y una realidad terrible, siendo asesinadas anualmente miles de mujeres en todo el mundo.
La discriminación sigue reproduciéndose a todos los niveles, en el ámbito laboral, institucional e incluso en el ámbito familiar, por lo que su erradicación debería ser uno de los principales objetivos de los órganos naciones e internacionales, quienes tendrán que redoblar sus esfuerzos para crear condiciones favorables que garanticen la integridad de las mujeres y niñas, creando una cultura que nos permitirá avanzar en la construcción y consolidación de sociedades más justas e igualitarias para todas y todos, erradicando así cualquier tipo de violencia.