En
estos días está culminando la incorporación de 1.000 nuevos trabajadores
a la Caja. Para algunos es su primer trabajo, mientras otros han dejado atrás
trabajos estables (muchos de ellos en otras entidades de crédito o empresas
de primer nivel). Todos ellos tienen en común la enorme ilusión con
la que llegan a la Caja.
Quienes
llevamos más tiempo les hemos recibido como siempre, con los brazos abiertos
y con la expectativa de que estas incorporaciones aliviarán las cargas
de trabajo existentes, en la seguridad de que la aportación de los nuevos
empleados nos ayudará a todos. Hasta aquí, el modo lógico
en que se deberían desarrollar las cosas, pero la realidad es otra. Así, por
ejemplo:
-
1ª sorpresa: los compañeros que llevan tiempo sin desempeñar tareas
comerciales, por falta de plantilla, ven como son relegados a
seguir, en muchos casos, en el puesto de caja en el que se encontraban, sin
ninguna explicación y sin poder demostrar sus habilidades comerciales.
-
2ª sorpresa: los compañeros nuevos,
que desean aprender lo que es la Caja, en el sentido más amplio, se ven abocados
a desarrollar actividades para las que la Caja no les ha preparado y por las
que presumiblemente van a ser juzgados en su periodo de prueba. Un ejemplo
es el del empleado nuevo que llega a una oficina y directamente se le designa
a Banca Personal, sin conocer nada de lo que es eso.
-
3ª
sorpresa: los directores de oficina,
que esperaban estas incorporaciones como agua de mayo para organizar
mejor la actividad del centro y el personal a su cargo, ven como se les impone
o recomienda organizar internamente sus centros sin contar con su opinión.
Más
allá de cubrir huecos y atender urgencias, la Caja vuelve a manifestar
dificultades para elaborar un plan de actuación detallado y coherente.
Esta vez, los desajustes prácticos sitúan a parte de la plantilla en el camino
de la frustración, por lo que es necesario corregir dicho desajustes. La receta
no parece tan complicada:
-
Hay
que dar oportunidades profesionales a los compañeros que llevan años
solicitándolas.
-
Hay
que dar todo el apoyo a los nuevos empleados para que puedan adaptarse
a nuestro trabajo y desarrollar todas sus habilidades. Seguro que a todos
nos vienen bien sus aportaciones y su energía, igual que a ellos les va a
venir bien la experiencia de los veteranos. Ahora bien, esto se tiene que
hacer con criterio, sin lanzarles a terrenos movedizos, más allá de su
inexperiencia.
-
Hay
que dejar que los directivos organicen sus centros de trabajo y que
puedan también evaluar correctamente las habilidades y desarrollo de todos
los trabajadores. En este sentido, no nos cabe duda de que los directores
sabrán valorar en su momento a su plantilla (nuevos y antiguos) con sensibilidad
y comprensión, de forma que no se perjudique a nadie.
El
presente ejercicio ya tiene suficientes dificultades (como venimos denunciando)
para añadir tensión y problemas gratuitos. Debemos tener muy presente que
somos los trabajadores quienes hemos hecho y vamos a seguir haciendo grande
a Caja Madrid. Aquí no sobra nadie, pero sí es necesario hacer
mejor las cosas.
Madrid, 17 de julio de
2007