La directora del Centre d'Estudis Demogràfics, Anna Cabré, por su edad podrá elegir, seguramente, si se jubila dentro de unos cinco años. O si sigue trabajando diez años más y, a partir de los 71 años, se mantiene como profesora emérita de la Universitat Autònoma de Barcelona. Es un abanico de posibilidades que no se ofrecerá a los que están por debajo de la cincuentena, quienes, a decir de los expertos, tendrán que trabajar más allá de los 65 porque el sistema actual es insostenible. Tanto Anna Cabré como José Antonio Herce, profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid y director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, coincidieron en la conclusión que expusieron en el coloquio que sobre Políticas sociales y envejecimiento de la población se celebró ayer en el IESE.
La población cada vez vive más y llega en mejores condiciones a edad avanzada. Pero hay que renunciar dijo Cabré a uno de los lados de un triángulo formado por la inmortalidad o vivir el máximo posible, el equilibrio ecológico a base de la estabilidad demográfica y la eterna juventud. Hemos renunciado a la eterna juventud, explicó. Otro triángulo imposible, añadió Cabré, es el de alcanzar un nivel máximo de educación, trabajar todos en el mejor puesto posible y que no vengan inmigrantes. Hemos renunciado a ser todos de casa, sentenció.
El concepto de viejo es social y económico; se te considera viejo cuando te pagan por serlo. Hace 100 años llegaba a los 65 años el 25% de la población; ahora llega el 90%. Y si antes había que pagar pensiones durante nueve años, que era la media que vivía una persona después de jubilarse, ahora sobrevive veinte años. La jubilación no estaba prevista para quienes se la habían ganado, sino para los que no ya no podían trabajar más. Si queremos la jubilación a los 65 años y para todo el mundo, esto no es sostenible, afirmó Cabré, quien aseguró que el incremento de población activa necesaria para pagar con sus cotizaciones esas pensiones es tan elevado que sería insostenible desde el punto de vista del medio ambiente.
Si empezar a trabajar antes es impensable, porque significaría reducir el ciclo educativo, y retirarse mientras se cría a los hijos también, sólo queda prolongar los años de actividad y de cotización.
Además, advirtió Anna Cabré, el número de hijos que están dispuestas a tener las mujeres es limitado, como lo es el número de inmigrantes que llegarán las próximas décadas. Inmigrantes no habrá para siempre, afirmó Cabré, porque a 30, 40 o 50 años vista habrá más países que quieran mano de obra extranjera y menos países dispuestos a a exportarla, por lo que estos últimos pondrán sus condiciones y no serán fuerza de trabajo barata. Al revés de lo que ocurre ahora. El siglo XXI será el de las generaciones decrecientes, un fenómeno conocido en Catalunya desde los años setenta. Países como Brasil y México ya están en esa fase.
No podemos defender un Estado del bienestar a base de sobrecargar al contribuyente, que cada vez es una figura más escasa, aseguró Herce. En su opinión, hay que alargar la vida activa, combinándolo con planes de pensiones complementarios y un aumento del ahorro. Habría que diseñar un sistema para que los inmigrantes sean ciudadanos de pleno derecho añadió y puedan cotizar, algo que no pueden hacer si están en situación irregular. Las cuentas saldrían.
En la atención a la dependencia que conlleva el envejecimiento, a una edad avanzada, no salen las cuentas, reconoció el conseller de Economia i Finances, Antoni Castells, en la apertura del coloquio: Tenemos problemas de financiación y la decisión que hay que tomar es entre si se quiere una prestación con garantías públicas pagando una parte del servicio o no tener servicio.
La Vanguardia
mar 04 may 2004
La población cada vez vive más y llega en mejores condiciones a edad avanzada. Pero hay que renunciar dijo Cabré a uno de los lados de un triángulo formado por la inmortalidad o vivir el máximo posible, el equilibrio ecológico a base de la estabilidad demográfica y la eterna juventud. Hemos renunciado a la eterna juventud, explicó. Otro triángulo imposible, añadió Cabré, es el de alcanzar un nivel máximo de educación, trabajar todos en el mejor puesto posible y que no vengan inmigrantes. Hemos renunciado a ser todos de casa, sentenció.
El concepto de viejo es social y económico; se te considera viejo cuando te pagan por serlo. Hace 100 años llegaba a los 65 años el 25% de la población; ahora llega el 90%. Y si antes había que pagar pensiones durante nueve años, que era la media que vivía una persona después de jubilarse, ahora sobrevive veinte años. La jubilación no estaba prevista para quienes se la habían ganado, sino para los que no ya no podían trabajar más. Si queremos la jubilación a los 65 años y para todo el mundo, esto no es sostenible, afirmó Cabré, quien aseguró que el incremento de población activa necesaria para pagar con sus cotizaciones esas pensiones es tan elevado que sería insostenible desde el punto de vista del medio ambiente.
Si empezar a trabajar antes es impensable, porque significaría reducir el ciclo educativo, y retirarse mientras se cría a los hijos también, sólo queda prolongar los años de actividad y de cotización.
Además, advirtió Anna Cabré, el número de hijos que están dispuestas a tener las mujeres es limitado, como lo es el número de inmigrantes que llegarán las próximas décadas. Inmigrantes no habrá para siempre, afirmó Cabré, porque a 30, 40 o 50 años vista habrá más países que quieran mano de obra extranjera y menos países dispuestos a a exportarla, por lo que estos últimos pondrán sus condiciones y no serán fuerza de trabajo barata. Al revés de lo que ocurre ahora. El siglo XXI será el de las generaciones decrecientes, un fenómeno conocido en Catalunya desde los años setenta. Países como Brasil y México ya están en esa fase.
No podemos defender un Estado del bienestar a base de sobrecargar al contribuyente, que cada vez es una figura más escasa, aseguró Herce. En su opinión, hay que alargar la vida activa, combinándolo con planes de pensiones complementarios y un aumento del ahorro. Habría que diseñar un sistema para que los inmigrantes sean ciudadanos de pleno derecho añadió y puedan cotizar, algo que no pueden hacer si están en situación irregular. Las cuentas saldrían.
En la atención a la dependencia que conlleva el envejecimiento, a una edad avanzada, no salen las cuentas, reconoció el conseller de Economia i Finances, Antoni Castells, en la apertura del coloquio: Tenemos problemas de financiación y la decisión que hay que tomar es entre si se quiere una prestación con garantías públicas pagando una parte del servicio o no tener servicio.
La Vanguardia
mar 04 may 2004