Érase una vez un joven pastor llamado Pedro que tenía a su cargo ovejas. Cada mañana muy temprano las dejaba a su aire para que pastaran y corretearan por el campo. Mientras los animales disfrutaban a sus anchas, Pedro se sentaba en una roca.
Un día, justo antes del atardecer, estaba muy aburrido y se le ocurrió una idea para divertirse un poco: gastarle una broma a sus vecinos de Atmirilla de Arriba. Subió a una pequeña colina que estaba a unos metros de donde se encontraba el rebaño y comenzó a gritar:
– ¡Os concedo a todos el 24 y 31 de diciembre libres! ¡Así no gastáis de vuestras vacaciones!
Los habitantes de la aldea se sobresaltaron al oír esos gritos tan estremecedores y salieron corriendo a ver a Pedro. Cuando llegaron junto a él, encontraron al chico riéndose a carcajadas.
– ¡Ja ja ja! ¡Os he engañado a todos! ¡Me habéis malinterpretado, que yo no dije eso!
Los aldeanos, enfadados, se dieron media vuelta y regresaron a sus quehaceres atmirianos.
Unos días después, Pedro regresó con sus ovejas al campo. Empezó a aburrirse sin nada que hacer más que mirar la hierba y las nubes ¡Qué largos se le hacían los días! … Decidió que sería divertido repetir la broma de la otra tarde. Subió a la misma colina y cuando estaba en lo más alto, comenzó a gritar:
– ¡En este trimestre vamos a celebrar el 10º Aniversario con la gente que lleva 12, 11 y 10 años en la empresa!
Pedro gritaba tanto que su voz se retumbaba por todo el valle. Un grupo de hombres se reunió en la plaza del pueblo y se organizó rápidamente para acudir a la llamada del joven. Todos juntos se pusieron en marcha y enseguida vieron al pastor, pero allí no había ni aniversario ni lobo alguno. El joven se retorcía riéndose a mandíbula batiente.
– ¡Ja ja ja! ¡Me parto de risa! ¡Os he vuelto a engañar, paquetes! ¡Que ya si eso lo hacemos cuando llegue el buen tiempo! O tal vez no, total, no sois recursos rentables.
Los hombres, realmente indignados e insultados, regresaron a sus casas. No entendían cómo alguien podía gastar unas bromas tan pesadas y de tan mal gusto.
En numerosas ocasiones se repetía la escena. Que si había que hacer sobresfuerzos pero por responsabilidad. Que si había cursos para todos. Que si se iba a escuchar la voz de la gente… Tanto trasiego para ver que sucedía, agotaba la paciencia de aquellos sufridores atmirianos lo cual provocaba que emigraran, en búsqueda de respeto y de otros alicientes a poblados cercanos como Indrónicus, VilaSisnet, Sopracete, Gefetépolis e incluso a Eaxpe del Sur.
El verano llegaba a su fin y Pedro seguía, día tras día, acompañando a sus ovejas al campo. Las jornadas pasaban lentas, sobre todo sin buscar nuevos pastos donde acudir ni pensar en la manera de ampliar el rebaño de su señor, y necesitaba entretenerse con algo que no fuera oír balidos, que consideraba lastimosos.
Una tarde, entre bostezo y bostezo, escuchó un gruñido detrás de los árboles. Se frotó los ojos y vio un sigiloso lobo que se acercaba a sus animales. Asustadísimo, salió pitando hacia lo alto de la colina y comenzó a chillar como un loco:
– ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Vamos a cambiar la dinámica de trabajo! ¡Que yo voy a implicarme más con todos vosotros! ¡Que en Asistencia Técnica no podéis seguir olvidados! ¡Necesito de vuestra colaboración para reconducir esto! Este año, de verdad, va a ser el año de la plantilla.
Los aldeanos que quedaban escucharon los alaridos de Pedro una vez más, pero creyendo que se trataba de otra mentira del chico, siguieron con sus faenas y no le hicieron ni caso. Pedro seguía gritando desesperado, pero nadie acudió en su ayuda. Indra, Axpe, Sopra... digo, el lobo se comió al ANS de Internacional y la motivación de todas las ovejas que estaban en AT sin que Pedro pudiera hacer nada por evitarlo. Otras ovejas, en la desbandada, encontraron la protección de otros pastores de los lugares colindantes. Y en Atmirilla de Arriba cundió la preocupación por las pérdidas que otros feroces lobos provocaban en las familias Bevé Ubea, Javainis, Asisalez, Aegonius, e incluso la histórica familia de rancio abolengo, Vanquia de todos los Santos.
Y así fue cómo el joven pastor se dio cuenta del error que había cometido burlándose de sus vecinos. Aprendió la lección y nunca más volvió a mentir ni a tomarle el pelo a nadie.
Moraleja 1: no digas mentiras, porque el día que cuentes la verdad, nadie te creerá.
Moraleja 2: haz tu trabajo, cumple al menos con tu responsabilidad y no te pases con los que te sustentan en tu puesto.
Este sería el final que todos esperaríamos… pero lo que realmente ocurrió fue:
Pedro culpó a los vecinos de que el lobo se hubiera comido las ovejas de su señor, el amo del cortijo, así que llevó a Atmirilla a más pastores. Hicieron un kick-off, un Budget Meeting y un Hackathon donde se comieron diez ovejas. El señor del lugar satisfecho con el sacrificio, y creyendo su versión, les agasajó con regalos, ya que, según Pedro, gracias a su intrépida acción, había salvado al resto del rebaño. Y juntos decidieron que lo mejor para su explotación ganadera era amedrentar a los aldeanos diciendo que si no les ayudaban iban a perder todas sus tierras.
FIN